Cuando nada cambia
- Melinda Sanchez
- 2 ene
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 3 ene

Comienza un nuevo año, y muchos de nosotros arrancamos con una lista de propósitos que deseamos cumplir. Al principio, nos volcamos con entusiasmo, pero poco a poco, abandonamos esos planes y seguimos haciendo las cosas como siempre.
Esto no solo ocurre con nuestros objetivos personales. También lo vivimos en nuestras relaciones cuando no van del todo bien: con la pareja, amigos, colegas o incluso con nuestro jefe. El tiempo pasa, esperamos que la situación mejore, pero, meses después, nos encontramos en el mismo lugar.
Otro ejemplo es la rutina: vivimos atrapados en un "día de la marmota". Nos aburrimos en el trabajo, no encontramos motivación, esperamos una promoción, una oportunidad, o que alguien note nuestro esfuerzo.
Pero aquí está la clave: aunque creas que estás haciendo tu parte, el verdadero cambio en tu vida no llegará hasta que seas tú quien lo propicie. Cuando identificamos que algo no está funcionando y simplemente esperamos que las cosas cambien solas, es muy difícil que eso ocurra. Por otro lado, si actuamos con intención, pero sin un objetivo claro, podemos movernos, pero con la sensación de que no avanzamos realmente.
¿Por qué nos cuesta tanto dar el paso hacia el cambio?
Desde mi experiencia, estos son los cuatro principales motivos por los que resistimos el cambio:
1. Zona de confort
La seguridad es un valor clave para muchos de nosotros. Nos sentimos bien en lo conocido, aunque no sea lo ideal. El cambio requiere claridad mental, esfuerzo y resiliencia, lo que puede resultar intimidante.
2. Miedo al fracaso
Cuando intentamos cambiar algo, nuestra voz interior saboteadora entra en acción: "No vas a poder", "¿Para qué intentarlo?", "¿Y si sales peor?". Este miedo, alimentado por la incertidumbre, puede paralizarnos.
3. Apego
Nos aferramos a nuestro entorno, las personas y los recuerdos, incluso cuando no estamos felices. En el trabajo, por ejemplo, podemos temer perder la sensación de pertenencia. En una relación personal, los buenos momentos pasados pueden hacernos justificar lo insostenible.
4. Condicionamiento social
"¿Qué van a pensar de mí?" es una frase que resuena en nuestra mente al plantearnos un cambio. La presión social y el "qué dirán" tienen un peso desproporcionado en nuestras decisiones. A menudo, sobrevaloramos la estabilidad, incluso cuando esta nos hace infelices.
¿Cómo activar el cambio?
Si te encuentras en una situación incómoda, que no te motiva o que sientes que podría ser mejor, aquí tienes algunas preguntas que pueden ayudarte:
¿Por qué me siento mal? Identifica qué está sucediendo y qué emociones provoca en ti.
¿Qué he hecho hasta ahora para mejorar? Analiza qué ha funcionado y qué no.
¿Qué es importante para mí en esta situación? Reflexiona sobre tus valores y prioridades.
¿Qué me gustaría cambiar o mejorar? No necesitas un cambio radical. Comienza con pequeños pasos y objetivos concretos.
En mi consulta, veo a menudo a personas que quieren un cambio. El simple hecho de acudir a un coach ya es un gran paso: es una declaración de intenciones. Un coach puede ser una figura clave en este proceso. Con herramientas y técnicas efectivas, te ayudará a aclarar qué puedes hacer y cómo hacerlo. Muchas veces, una conversación puede abrir nuevas perspectivas, y las cosas empiezan a parecer mucho más sencillas.
El primer paso es querer cambiar. Te invito a reflexionar sobre estas preguntas y, si decides trabajar en ello, estaré encantada de apoyarte en tu proceso.
Foto Freepik
Melinda Sánchez Coach







Comentarios