Vacaciones… y el síndrome FOMO
- Melinda Sanchez
- 13 dic 2024
- 3 Min. de lectura

En el mundo en el que vivimos, de constantes estímulos, necesidades e intereses creados, llegamos a creernos de verdad que nos estamos perdiendo algo cada día que pasa en vez de estar súper agradecidos por todo lo que tenemos. ¿Conoces el síndrome FOMO?
FOMO es el acrónimo para la expresión original en inglés “fear of missing out”, cuya traducción al castellano es: “miedo a perderse algo”. Vivimos rodeados de las “vidas perfectas” de los demás en: redes sociales, revistas de prensa rosa, programas de televisión… Muchas veces reconocemos que nos gustaría vivir como Fulanito, tener la casa de Menganito o estar de vacaciones en la isla X en la que está Pepito. Normal, a todos nos ha pasado alguna vez y nos seguirá pasando. El problema aparece cuando estamos tan influenciados por lo que vemos ahí fuera que, inconscientemente, estamos convencidos de que nos estamos perdiendo algo. Cuando esto pasa, empieza a apoderarse de nosotros una sensación de que nuestra vida no es tan buena como pensábamos… Esto suele pasar más en verano, cuando tenemos más tiempo para visitar las redes sociales, prensa del corazón, estamos más pendientes de las vidas de amigos, compañeros del trabajo, etc.
El síndrome FOMO cada vez es más común en la gente joven, mucho más conectada a las redes y a las celebrities que se dedican a “vendernos” su falsa realidad. ¿Podemos decir que eso siempre ha pasado? Sí, pero con la diferencia de que está todo al alcance de un clic. Y no sólo vemos lo bien que se lo pasan los famosos, vemos continuamente lo bien que le va a los demás (o aparentan) y a veces nos puede generar un poco de inseguridad, deseo de tener lo que los demás tienen, insatisfacción con mi vida, con mi cuerpo, con mi casa, mi coche, mi pareja…
No nos damos cuenta del daño inconsciente que nos genera estar constantemente recibiendo golpes visuales de lo que no tengo. Los niveles de confianza, autoestima e insatisfacción personal están más bajos que nunca.
Pongamos un ejemplo: Claudia está trabajando en un proceso de coaching con el objetivo de volver a encauzar su vida, comenta que está perdida, que no sabe lo que quiere y que todo lo que hace en casa y el trabajo le desmotiva. Después de varias sesiones, Claudia se da cuenta de que siempre quiso ser pediatra y… es pediatra, le apasiona cuidar de los demás, los niños, la obra social y está contenta con su sueldo. “Si tuviera que volver a elegir una profesión volvería a ser pediatra”, me dice con una sonrisa de oreja a oreja. Entonces, ¿qué le pasa a Claudia? Después de varias reflexiones, Claudia se da cuenta de que cada vez está más aislada, no tiene mucha vida social y reconoce que está más enganchada que nunca a las redes sociales. Le gusta mucho la moda y sigue a muchas modelos y celebrities con cuerpos perfectos y vidas perfectas. Claudia dice que se ve gorda y poco atractiva… Si conocierais a Claudia diríais… “¡pero si parece una modelo!”.
Cuidado con creernos esos diálogos internos que nos vamos diciendo poco a poco: “nunca voy a estar así”, “comparada con esa mi casa es una choza”, “qué suerte tiene X de estar en Japón y yo aquí encerrado con los niños en casa” … y otra y otra y otra hasta que la nube de negatividad realmente te hace ver las cosas negras y sin querer, empiezas a estar insatisfecho con tu vida porque crees que te estás perdiendo algo.
Conecta con lo que tienes y con quienes están a tu lado, con todo lo que disfrutas: lo material y lo inmaterial. Pon atención a tu diálogo interno y tus pensamientos para dejar de comparar tu vida con la de otros.
Recuerda: donde pones tu energía crece, si la pones en la carencia, llegará más… conecta con lo que tienes y te hace feliz, la mejor herramienta para hacerlo es la gratitud.
Foto Freepik
Melinda Sánchez Coach
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