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¿Día bueno o día malo?

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Todos tenemos días malos y días buenos, mejores y peores, pero… ¿qué es lo que realmente diferencia un día malo de uno bueno?, ¿cuándo es malo de verdad y cuándo lo valoramos como bueno?, ¿hay alguna manera de medirlo? En este post os voy a dar ideas para poder desactivar a tiempo esos días que se tuercen.


Primero, reflexionemos: ¿por qué un día puede definirse como malo? Puede ser un día en el que las cosas no salen como quieres, la presentación ante el equipo no te ha salido del todo bien, los niños sacan malas notas, llegas tarde al dentista… Parece que una cosa lleva a la otra y las cosas salen mal. Para mí esto no es un día malo, es un día en el que según vea las cosas puedo tomarlas como aprendizajes, situaciones aisladas o por el contrario, dejarme llevar por la sensación de que nada sale bien.


Para mí un día realmente malo es cuando pasa algo grave que te genera un impacto emocional fuerte: una pérdida de un ser querido, diagnóstico de una enfermedad, ruptura de pareja, amistad… Creo que hay una gran diferencia entre un tipo de día y otro, el día que se tuerce y un día malo de verdad.


Los días que se tuercen y definimos como malos comienzan a ser “malos” en algún punto. Pongamos un ejemplo: voy conduciendo hacia el colegio de los niños por la mañana y de repente, alguien me adelanta por la derecha a velocidad del rayo obligándome a frenar en seco dándome un susto de muerte. Obviamente el susto es importante y paso del miedo de la situación a la rabia y frustración por no poder responder a esa grave falta.


Pueden pasar dos cosas:

  • Me dejo llevar por la emoción negativa que me ha producido y llego a la oficina con un humor de perros: “encima reunión a primera hora, y por si fuera poco tengo que hacer la compra nada más salir porque mañana vienen a comer mis suegros, y el ordenador hoy va lento…” y así un pensamiento negativo detrás de otro.

  • Soy consciente de que ha sido un momento desagradable y peligroso, agradezco que no nos haya pasado nada a los niños ni a mí, respiro y sigo mi camino hacia la oficina siendo consciente de mi respiración y mis pensamientos ya que no puedo hacer nada más.


¿Cuántas veces te ha pasado que tienes un día horrible y al día siguiente todo pasa como si nada? ¿De verdad merece la pena tener un día tan malo cuando sabes que probablemente mañana te sientas mejor o se te haya olvidado todo? ¿Cuánto tiempo has perdido enganchado a pensamientos negativos que te amargan el día?


El dueño de tu día eres tú, al no ser, como he comentado anteriormente, que realmente tengas un día malo por una causa mayor. Tu día va a depender de cuántos pensamientos negativos eres capaz de acumular o, por el contrario, cuántos pensamientos conscientes eres capaz de generar para que tu día tenga un desenlace completamente distinto.


La clave está en detectar esos pensamientos negativos que hacen que nuestra mente se cierre en banda a los positivos y sólo vean las cosas de color negro. Es más, cuando entramos en bucles negativos, parece que las cosas negativas se suceden: el ordenador no funciona, y encima no encuentro aparcamiento y encima llego tarde… No nos damos cuenta de que cuanto menos fluimos con la vida, la vida menos fluye con nosotros. Respira, ponle distancia a lo que ha ocurrido, relativiza, piensa de forma consciente y así volverás a tu centro, a fluir con tu día de nuevo.


Recuerda: la consciencia siempre es el primer paso, detecta esos pensamientos negativos inconscientes y reflexiona relativizando lo que ha pasado. Date permiso de pasarlo mal sólo en casos que realmente sean emocionalmente densos por su dureza, el resto del tiempo… eliges tú.

Foto Freepik

Melinda Sánchez Coach

 
 
 

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