Mi realidad… ¿es tu realidad?
- Melinda Sanchez
- 13 dic 2024
- 3 Min. de lectura

Mi realidad está clara, sé lo que veo, lo que escucho, lo que siento… Vivimos en un mundo de estímulos constantes ante los cuales, lo primero que aparece, es un pensamiento. El pensamiento puede ser positivo o negativo, consciente o inconsciente, pero en cuanto se genera un pensamiento sentimos una emoción y actuamos acorde a esa emoción. Hoy os voy a hablar de por qué mi realidad puede que no sea la tuya, que lo que veo y siento para mí puede estar muy claro, pero no tiene que estarlo tanto para los demás.
Vamos a poner un ejemplo: Patricia y Laura están en el mismo equipo y trabajan juntas, en los dos últimos meses han trabajado en un proyecto que les ha generado bastante estrés y al que han dedicado muchas horas. El proyecto ha terminado y el resultado, según su jefe, ha sido muy bueno. Laura está de acuerdo en que el proyecto ha salido bien, pero Patricia tiene una sensación distinta, cree que podrían haber ampliado la duración del proyecto para sacar alguna conclusión más y no está totalmente de acuerdo con la evaluación del resultado, piensa que se podía haber hecho mejor. ¿Por qué ante el mismo resultado la realidad de Patricia y la de Laura no son iguales?
Podríamos decir que entre Patricia y Laura no hay diferencias muy evidentes que las alejen de la misma realidad: son dos personas tranquilas, educadas, son amigas, les gusta el trabajo bien hecho, tienen una buena relación con los compañeros, les gusta hacer deporte, salir con sus amigos, etc… Las diferencias que no son tan evidentes están en sus valores y creencias.
Las creencias, que forman parte de nuestra identidad, pueden ser de dos tipos:
Las que adquirimos aproximadamente de los 0 a los 6 años en el entorno familiar, en el colegio, etc. que asumimos como ciertas porque a esa edad nuestro cerebro todavía no está completamente desarrollado para incluir la lógica y la reflexión. Por ejemplo: en casa hay que ayudar siempre, los niños no lloran, las cosas hay que hacerlas bien, si te portas mal hay consecuencias, etc.
Las que adquirimos a través de la experiencia. Si algo que hacemos nos sirve y nos ha ido bien, lo integramos para cuando nos vuelva a suceder y si algo nos va mal o nos hace sentir mal, nuestro cerebro intenta protegernos para que no vuelva a pasar. Intentamos repetir experiencias buenas y alejar las malas.
Patricia tuvo una educación muy estricta, en su casa no valía con hacer las cosas bien, había que esforzarse al máximo y no había cabida al error si no quería lidiar con las consecuencias. Su comportamiento durante muchos años estuvo focalizado en hacer las cosas muy bien para no pasarlo mal, por lo que su mente está predispuesta a buscar la excelencia. Laura en cambio, tuvo una infancia en la que sus padres le ayudaban a estudiar, reforzaban sus logros y le ayudan a superar y entender sus errores o pequeños fracasos. Laura no busca la excelencia, se siente cómoda con que las cosas estén bien y el resultado sea bueno.
Este es un ejemplo de cómo nuestras creencias influyen en nuestra vida, en el día a día. A veces, no nos damos cuenta de que ante determinada situación no responde nuestro yo actual, sino el patrón de comportamiento adquirido o nuestras creencias.
Las realidades de las personas también pueden ser distintas si la situación pone en contacto a la persona con uno de sus valores. Los valores de cada persona son los que nos guían en nuestra vida, nos dan nuestra identidad y nos hacen tomar determinadas decisiones en distintas situaciones. Los valores están muy relacionados con nuestras creencias.
Por ejemplo, para Patricia es muy importante el esfuerzo en todos los sentidos. En este caso del proyecto en común con Laura, Laura se siente un poco presionada porque para Patricia nunca es suficiente y Patricia no entiende por qué Laura no se esfuerza más para conseguir un resultado mucho mejor. Como vemos, sus realidades son distintas porque sus valores y creencias son distintas.
Estas situaciones nos pasan a diario, muchas veces no entendemos por qué determinada persona reacciona de una forma u otra, que es muy distinta a nuestra forma de ver las cosas. Cada persona tiene unos valores y creencias distintos y aunque los compartamos, puede ser que cada persona los pueda priorizar de forma distinta. ¿Qué hacer? Utilizar la empatía y pensar que, aunque nos parezcamos mucho, tenemos una identidad distinta que debemos respetar. Con sólo una pregunta podríamos empatizar con la otra persona: ¿qué es importante para él o para ella? Si no lo sabes, te invito a que le preguntes, cuando lo hagas, empezarás a entender su realidad.
Foto Freepik
Melinda Sánchez Coach
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