top of page

¡Voy a…! ¿Te suena?


¿Cuántas veces te has dicho a ti mismo… voy a empezar…, voy a hacer…? Estás completamente convencido y motivado en ese momento. Pasados unos días, por arte de magia, desaparece ese nuevo propósito que tenías clarísimo que querías conseguir.


Para muchos de nosotros septiembre viene cargado de “voy a…”: voy a empezar un curso de inglés, no, no, espera, voy a empezar a ir al gimnasio por la tarde, voy a empezar la dieta, voy a empezar a trabajar con un coach, voy a salir a caminar, etc.


¿Por qué se nos activa el “voy a…” en septiembre?

Una de las razones es el hábito, la costumbre, la experiencia aprendida de: en septiembre empieza el nuevo curso y voy a aprender o a hacer cosas nuevas. Esa sensación que hemos vivido un año tras otro, deja una memoria en nuestra mente y nuestro cuerpo que, si no revivimos, nos deja la sensación de que algo está faltando. Es entonces cuando surge el impulso de hacer algo nuevo, porque, año tras año, es a lo que nos hemos acostumbrado.


La memoria del recuerdo de la emoción tan fuerte (positiva o negativa) que vivíamos al empezar el curso en septiembre, se activa de forma automática al llegar la nueva estación, el otoño.

No quiere decir que todos lo sintamos, pero está demostrado que septiembre es el mes del año con enero (empezar el año con nuevos propósitos), en el que suben más las ventas en gimnasios, academias, escuelas de yoga y cursos de todo tipo.


¿Cómo aprovechar el impulso del “voy a…” para no abandonar?

Empezamos el mes con pensamientos reales de querer conseguir algo, estás cargado de energía y vas a por todas. Pongamos un ejemplo (ficticio): Manuel lleva tiempo pensando que su estilo de vida poco saludable le va a terminar pasando factura. Ya en diciembre se planteó empezar a ir al gimnasio, esta vez llegó incluso a ir físicamente para verlo y preguntar los precios, pero… sin entender por qué, la idea y el convencimiento dejaron de tener fuerza en su mente y desapareció. “Ahora es el momento”, se dice totalmente convencido. Va al gimnasio, paga la matrícula y empieza con ganas. Después de un par de semanas empieza a notar un poco más de fuerza y ha perdido algo de peso, pero la tercera semana no va porque le surgen cosas en el trabajo, la siguiente va media hora y la otra se pesa y ve que ganado todo lo que ha perdido. Conclusión: Manuel no vuelve al gimnasio.


Hay varios factores que influyen a la hora de conseguir un cambio o conseguir lo que te propones:

  • Miedo al fracaso: “no empiezo porque si no lo consigo, ¿qué van a pensar?, ¿para qué he perdido el tiempo?, etc.”

  • Falta de confianza: “total, si lo voy a dejar en dos meses…”

  • Zona de confort: “pufff… si hago esto voy a tener que dejar de…”

  • Romper hábitos: estamos acostumbrados a una cosa y nos cuesta mucho hacer las cosas de forma distinta o hacer cosas nuevas.

  • No tener un objetivo claro: sin objetivo, no tenemos claridad del beneficio que vamos a obtener con lo que vamos a empezar.

  • Procrastinación: por pereza o por no saber por dónde empezar.


Entonces, ¿cómo minimizar estos factores para conseguir realmente lo que te propones?

  • Primero, establece el objetivo de lo que quieres hacer y por qué lo haces. Por ejemplo: Manuel quiere empezar a hacer deporte porque ha decidido mejorar su salud, lleva una vida sedentaria y su última analítica no ha salido demasiado bien.  El objetivo SMART suele funcionar muy bien:

    • S (Específico): Qué quieres lograr exactamente. “Mejorar mi salud

    • M (Medible): Cómo sabrás que has alcanzado tu meta. “Adelgazar cinco kilos, ganar masa muscular hasta un 40%, bajar la grasa hasta un 18% y mejorar mi analítica”.

    • A (Alcanzable): Realista. “Vale, empiezo por tres kilos”

    • R (Relevante): Que sea importante para ti. “Es importante para vivir más y mejor”.

    • T (Temporal): Establece un plazo claro para lograrlo. “Me doy seis meses”.


  • Divide este objetivo en metas más pequeñas: si no lo hacemos corremos el riesgo de querer anticipar el resultado, cuando probablemente, éste lleve un tiempo. De esta forma evitamos que la impaciencia nos juegue una mala pasada. Por ejemplo: “este primer mes me conformo con perder un kilo”. Establecer metas cortas nos ayuda psicológicamente a ver un camino más realista.


  • Hacer un plan semanal, mensual, etc. que te ayude a seguirlo, que sea realista y que te ayude a mantener tu disciplina.


  • ¿Qué te vas a decir en los momentos en los que sabes que puedes flaquear? Te recomiendo que, cada vez que pienses en procrastinar o dejarlo, regreses a tu objetivo y al beneficio que vas a conseguir. Si es necesario, replantea tu plan, pero desde la responsabilidad personal y la consciencia, no te engañes al solitario…


Ahora sabes cómo aprovechar la fuerza de septiembre para empezar y ser consistente en aquello que quieres conseguir. Si crees que necesitas ayuda, la ayuda de un coach puede ayudarte a mantenerte firme en tu objetivo. ¡Ánimo y a por ello!

Foto Freepik

Melinda Sánchez Coach

 
 
 

コメント


bottom of page